lunes, 28 de noviembre de 2011

TESTIMONIO DE UNA JOVEN QUE HIZO LA RUTA MONÁSTICA EN EL 2008

Mi experiencia de la ruta…

La ruta monástica es una oportunidad de descubrir y ahondar, desde la mirada femenina, en la importancia y riqueza de la vida contemplativa en el contexto eclesial actual. La vivencia que me queda después de visitar todos los monasterios la reflejo en esta frase que escuché a un monje benedictino: “Cada monasterio es un acontecimiento del Espíritu Santo”. Los monasterios son manantiales de autenticidad, semillas del Reino que reflejan con sencillez y transparencia la búsqueda verdadera y sincera del rostro de Dios: “Oigo en mi corazón: Buscad mi rostro” (Sal 26).

La presencia de todas las monjas de las distintas comunidades y carismas, sobre todo de las hermanas más mayores, a través de sus miradas, sonrisas y testimonios me han ayudado a redescubrir el valor de la entrega. La sola presencia de estas mujeres acompañadas de su sabiduría las convierte en PRESENCIAS FECUNDAS para los demás.

Desde la soledad que permite la intimidad con Dios, el encuentro de dos amores, en la acogida y el calor de las comunidades y la oración que alimenta el deseo y el camino de adhesión a Cristo…la ruta ha resultado ser para mí un reencuentro con Cristo, conmigo misma y recuerdo de la experiencia de amor primero. Desde este camino de unificación interior deseo que se haga realidad en mi vida la frase de San Benito: “que nuestra mente concuerde con nuestra voz” (Regla de S. Benito C.19, 7).

El viaje interior iniciado en la ruta monástica continúa ahora en la sencillez de lo cotidiano, prolongándose como un tiempo de silencio interior y de discernimiento profundo, es el momento de la escucha atenta del corazón: “Escucha hija mira, inclina el oído…”(Sal 44).

Fátima García S.

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